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martes, 20 de octubre de 2009

Broussaille (Cabelloloco)


Mi primer encuentro con Broussaille tuvo lugar en ese viaje extraordinario que entraña para todo aficionado al cómic un paseo por las calles del centro de Bruselas. Entre los muchos murales urbanos que adornan la hospitalaria capital belga, el suyo me pareció especialmente evocador. Una cerveza fría en la terraza del recodo que lo acoge sobre la Rue Marché au Charbon, el simpático guiño que esconde su diseño y un repentino sentido de la curiosidad terminaron por introducir al personaje en mi cabeza. Pero ahí quedó todo.

Sin embargo, varios meses más tarde, un comentario en este mismo blog me descubrió la existencia del primero de sus álbumes en español bajo el extravagante nombre de Cabelloloco. Una vez metido en su lectura, me di cuenta que Broussaille tenía todas las papeletas para convertirse en una serie a la que seguir la pista. Qué menos que corresponder a aquella oportuna información que me llevó a un hallazgo tan agradable.


Broussaille, o Cabelloloco si se prefiere, es una creación del autor belga Frank Pé que vio la luz en 1978 para un pequeño apartado del popular semanario Spirou, pasando a protagonizar posteriormente historias de mayor amplitud, siempre dentro de la misma revista, antes de dar el salto definitivo al clásico formato de aventura larga en álbum, siguiendo la misma vía que han recorrido tantas obras, hoy de renombre, gracias a ese mismo trampolín. Si bien en la actualidad la serie se compone sólo de cinco álbumes, podemos afirmar de manera contundente que forma parte de aquellas que han aportado un soplo de aire fresco a la bande dessinée francobelga, renovando el género de la BD de aventuras al abordar temas poco o nada tratados hasta entonces, en particular las relaciones humanas en el mundo moderno, las dificultades de un joven que se enfrenta al entorno que le rodea, el intenso sentimiento de la armonía vital, las cuestiones relativas a la ecología, etc. todo en un contexto social realista muy alejado del de los héroes más convencionales del tebeo.

Los responsables directos de Broussaille son Frank Pé (Ixelles, 1956) en el dibujo y Michel de Bom (Bruselas, 1950) encargado del guión hasta el 4º número. Ambos autores pertenecen a esa generación que, sosteniendo una rendida admiración hacia maestros tan insignes como Franquin, Tillieux o Will que les precedieron, dieron un empuje a la BD durante los años 80 imponiendo un nuevo estilo que se vio claramente reflejado en las viñetas que empezaban a publicarse por entonces en la ya citada revista.

Diferentes portadas de Spirou dedicadas a Broussaille en varias etapas

Tras su paso por el prestigioso centro Saint-Luc de Bruselas compartiendo estancia con Yslaire y Geerts entre otros -institución donde, ya desde antaño, se formaban figuras de la talla de Franquin, por ejemplo- Frank (a secas, tal es su firma) fue a parar acto seguido a las páginas de Spirou para realizar pequeñas crónicas juveniles ilustradas sobre la naturaleza que presentaba un prematuro Broussaille. Al mismo tiempo, dibuja las tiras humorísticas de l’Élan (El alce), destinadas a cubrir un pequeño hueco de la revista. Junto a Terence, se encarga del one-shot Como un animal enjaulado, de Vincent Murat. Años después, con Broussaille ya asentado en el mercado belga, coordina el álbum colectivo Entre chats (Delcourt, 1989), que sorprendentemente sería publicado aquí por Norma Editorial (Entre gatos, 1990): un curioso volumen en el que varios autores dan su particular enfoque sobre el mundo felino. A partir de 1993 emprende con el guionista Philippe Bonifay la preciosista serie Zoo, compuesta por tres álbumes dentro de la colección Aire Libre de Dupuis, que narra la historia de un zoológico en la Normandía de la Segunda Guerra Mundial. Hacia finales de 2008 ha lanzado, también con Dupuis, la obra Retratos Heroicos, vibrante homenaje (comentado por algunos lectores de BD famosos) a los maestros del noveno arte, mientras trabaja en un cuarto tomo de Zoo.

No hay más que observar los títulos anteriores para comprender la fascinación de Frank por el ámbito natural en todos sus estados. Y no es raro, por tanto, que entre sus influencias se encuentren profesionales que dominan sobradamente la morfología animal, como René Hausman, o que haya cambiado la vida en la ciudad por la campestre, esté a favor del activismo verde y tenga por ocupaciones en su tiempo libre el cuidado de animales y plantas. A Frank no le importa definirse como lento en su trabajo, o más bien minucioso, matiza, cuando la gente le interpela por la dilación en el lanzamiento de sus obras. También es aficionado a la escultura y ha aportado su arte en las tareas de animación de proyectos cinematográficos, como 'Excalibur, la espada mágica' para la Warner, o en la realización de calendarios para la federación de scouts.

La carrera de Bom no es mucho más conocida por aquí. Cursó sus estudios en la Academia de Bellas Artes de Bruselas y pronto se interesó en escribir historias para las principales publicaciones de la época. De modo que a mediados de los setenta se unió al equipo de la revista Spirou y, en 1980, al de Tintin. Los guiones de Bom destacan por su perceptividad, su sentido del humor y por gozar de finales tan originales como efectivos. Entre sus muchas colaboraciones podemos mencionar su intervención en Big Joe, con Malik, o Modeste et Pompon, junto a Walli, así como Nahomi, con Crisse y, cómo no, haciendo de segundo padre de Broussaille, casi en su totalidad, codo a codo con Frank.

Pero sin querer menospreciar en ningún caso el trabajo de Bom, es quizás la figura de Frank quien pone una mayor implicación en la serie. No sólo por su evidente peso en la parte gráfica, sino también porque el personaje surgió enteramente de su cabeza y tiene mucho de si mismo, contraviniendo la tendencia de la generación a la que pertenece, más inclinada a desligarse emocionalmente de sus creaciones, a los cambios de registro y a saltar de una obra a otra sin excesivos reparos. Muchas de las inquietudes personales de Frank, y hasta una cierta semejanza física, son heredadas por su álter ego.

Portada T. 1 de la edición alemana de Broussaille

Centrándonos ya en el verdadero protagonista de este artículo, hemos dicho que su nacimiento tuvo lugar a partir de los llamados Papeles de Broussaille en la Spirou, una especie de fichas coleccionables que, semana tras semana durante un buen montón de números, se ocupaban de acercar a los jóvenes distintos ejemplos de lo más variado sobre la fauna y la flora. Aquí Broussaille es un mero intermediario entre la materia didáctica y el lector. Era la típica sección de corte educativo, un poco de relleno, tan común en las revistas juveniles, que acabó adquiriendo la suficiente autonomía y trascendencia para verse ampliada en forma de historietas cortas, de tres o cuatro páginas, pero siempre conservando el mismo espíritu naturalista. Más de una treintena de estas pequeñas aventuras se fueron sucediendo (entre las más célebres, La chapelle aux chats o el Special cocodriles) con la incursión por medio de historias largas de unas 48 páginas, que se desarrollaron por entregas y dieron lugar a la consagración del personaje. Eventualmente, estas pasarían a ser recuperadas en álbum de tapa dura dentro de la colección Réperages de la editorial Dupuis, constituyendo el grueso conocido de la serie. El quinto y último número de Broussaille fue publicado en 2003. Esto no ha supuesto un vacío absoluto de novedades, a pesar del parón existente desde entonces, pues no han dejado de tener lugar homenajes y tiradas periódicas de ex-libris, además del reconocimiento institucional mediante exposiciones, estudios pedagógicos y encargos, como los famosos murales entre otros, en torno a esta colección de Frank.


¿Pero quién es exactamente este Broussaille? El héroe atípico de estas historias es un joven espigado, pelirrojo, de cabello alborotado y gafas, que en lo personal se muestra siempre soñador e inconformista, con un interés especial por todo lo relacionado con la naturaleza (sobre todo, los animales) y una capacidad raramente vista del optimismo frente al mundo, a menudo gris, que se despliega a su alrededor. Siente un apasionado gusto por la lectura (tanto de libros como de cómics, según se corrobora gracias a los que se cuelan de tapadillo en sus viñetas –con guiños a Little Nemo, Akira o la serie Jonathan, de Cosey) y disfruta con la satisfacción que dan las cosas sencillas, como pasear o contemplar un atardecer desde la ventana de su ático junto a su gato; a menudo, dejando volar su imaginación sin límites. Son rasgos que, ya hemos visto, los mismos autores se atribuyen y reiteran de forma explícita:

"Les émotions, la tendresse c'est notre domaine de prédilection. Nous avons un peu, Frank et moi, la même sensibilité. Broussaille possède une vie intérieure très riche. C'est un rêveur, mais un rêveur actif. Il réussit à vivre ses rêves." (Bom)

“Las emociones y la ternura son nuestro campo favorito. Tanto Frank como yo tenemos un poco la misma sensibilidad. Broussaille posee una vida interior muy rica. Es un soñador, pero un soñador activo. Consigue vivir sus sueños. (Bom)


El significado del nombre de Broussaille, por cierto, está ligado a su pelo revuelto, que bien puede recordarnos el aspecto de un arbusto descuidado. Esto es así en cuanto que, de hecho, este vocablo designa en francés lo que se vendría a traducir aquí como maleza o el tipo de hierba que crece descontrolada.

Al principio Broussaille aparece como un adolescente de edad adelantada, posiblemente un estudiante universitario –aunque este punto no quede formalmente aclarado- al que seguimos en su camino hacia la madurez. Vive en la planta alta de un viejo edificio de Bruselas con su gato negro, en el barrio Léopold (comuna de Ixelles) en las proximidades de Schuman y el distrito europeo, identificación que podemos establecer gracias a las pistas que Frank va dejando y que posteriormente ha confirmado en no pocas ocasiones (no en vano, se trata de la zona en la que ha crecido y vivido durante años). Pero Broussaille no está solo y ya en su primera historia larga conocerá a Catherine. Las circunstancias difíciles que se dan al inicio de su relación cimentan, con otras situaciones, un paso más de esa ceremonia de progresión hacia la vida adulta. La misma Catherine es un personaje complejo que huye de los estereotipos con los que se suele representar a la eterna acompañante femenina del protagonista y mitiga la faceta individualista que suele caracterizar a Broussaille. No hay otros personajes destacables que participen activamente en la serie con regularidad o tengan un papel que traspase lo anecdótico, si bien estos secundarios ocasionales, como la vecina Señora Vermeulen o la intrasigente madre de Catherine, están llevados con acierto.


Por la descripción que he expuesto de la psicología del personaje puede dar la impresión que sus historias no guarden un especial atractivo para el lector. En absoluto se produce este extremo. Desde luego, no estamos ante una serie de aventuras en el sentido clásico del término; ya que no pertenece a ninguna vertiente claramente establecida. No existe la acción propia de la aventura, contemplada de un modo estricto. Son historias ante todo sencillas, con el valor añadido que a veces supone un relato sin mayores pretensiones, pero que no se quedan en el mero entretenimiento sino que invitan a la reflexión a través del recorrido interior de su protagonista y dejan una reconfortante sensación al finalizar sus páginas. El periplo cotidiano de las andanzas de Broussaille no sólo se resume en ese sentido ecologista o en el plano de las relaciones con sus semejantes, ya apuntado; también lo define una nota de esoterismo y de fantasía onírica de gran originalidad. Pero, sin duda, es una serie marcada por un profundo carácter poético, por una filosofía de vida muy personal, llena de imágenes poco corrientes: silencios, miradas, interrogantes... Y todo bajo la estética bella y meticulosa del dibujo de Frank (cuya evolución con Broussaille a lo largo de estos años ha sido notabilísima) y su formidable perspectiva del color.

La figura de Broussaille es bastante apreciada y conocida en su Bélgica natal, cosa que no es de extrañar, pues representa un focalizado homenaje constante a este pequeño país del corazón de Europa a lo largo de varios números (sobre todo, el primero y tercero). La relación de Cabelloloco con su ciudad, Bruselas, por la que siento una empatía especial, es quizá uno de los aspectos que más me ha cautivado de la serie.

En Las ballenas públicas, que recoge la primera historieta larga del bohemio joven bruselense, está presente, tanto en la portada como en páginas interiores, el Museo de Historia Natural de la ciudad, situado en la Rue Vautier (por lo visto, a dos pasos de su casa), piedra angular del misterio que le roba el sueño durante esta aventura. En ese mismo número, las gaviotas de las primeras páginas sobrevuelan una Bruselas entre real e imaginaria, destacando la vista aérea del Parque Real. La calle misma en que habita Broussaille, en el área residencial Léopold (poseedora de una intensa vida cultural y que en los últimos años no ha dejado de ceder espacio a las oficinas europeas), parece estar extraída directamente de la realidad.

La barriada en la que vive Broussaille: en una viñeta del T. 3 (arriba)
y en una foto-fusión tomada por Frank (abajo), Rue Godecharle

En la tercera entrega de la serie, La nuit du chat, también es posible distinguir la Plaza de Luxemburgo, la Rue Wiertz, el café Pullman, etc. En un momento dado, Broussaille arriesga su vida entre unos cambios de vía ferroviarios que, de igual modo, se localizan fácilmente en la zona que ocupa la estación del barrio. A su vez, la historieta 'Sandrine des collines' (una de las que componen el cuarto número, Sous deux soleils) comienza con Brou curioseando en las galerías del Museo Real del África Central, antes de salir de viaje hacia Burundi para visitar a una rama de su familia. Finalmente, en Un faune sur l'épaule, se nos muestra una espectacular panorámica de la región sur de la capital en la que despuntan el monumental Palacio de Justicia y la imponente torre Porte de Hal, en el Boulevard du Midi. Las brasseries, las paradas de tranvía, los edificios señoriales Art-Noveau, los establecimientos de vente-achat, los populares puestos de frituras y otros ambientes urbanos aparecen reflejados con fidelidad a lo largo de todas estas páginas para regocijo de los amantes de Bruselas.


El agradecimiento municipal por la dedicación que el autor presta en su trabajo a la ciudad tiene su testimonio en el mural pintado sobre una fachada de la Plattesteen, en pleno centro de la villa, que ostenta incluso el honor de inaugurar (desde 1991) la famosa ruta convertida en un atractivo turístico más a destacar en Bruselas. Existe también un mural no oficial dedicado al álbum Las ballenas públicas que se encuentra en la localidad universitaria de Louvain-la-Neuve, sobre la que se asienta, dicho sea de paso, el nuevo Museo Hergé que abrió sus puertas el pasado mes de Junio. Incluso, en 2007, el ayuntamiento concedió a Broussaille una de sus calles, que recibió su nombre siguiendo la costumbre de otorgar un doble bautismo -basado en personajes de BD- a algunas vías secundarias de la urbe.

Fachada en Plattesteen (Rue Marché au Charbon), no lejos de la Grand Place
Mural no oficial de KOT-BD situado en Louvain-la-Neuve (Rue des Wallons)
junto a la Place Galilée

Placa de la calle Broussaille,- Ragebol en flamenco- (oficialmente Rue des Moineaux)
  • A continuación, hagamos un breve repaso a cada una de las grandes aventuras de Broussaille aparecidas hasta la fecha para entender mejor su trasfondo:

Las ballenas públicas.
Desde hace varios días, una enorme concentración de gaviotas planea sobre la ciudad. Al atardecer, se reúnen en el cielo y desaparecen hasta la jornada siguiente. Con este insólito suceso dan comienzo las andanzas de Cabelloloco, que lleva varias noches teniendo raros sueños de escenas y criaturas marinas. Un paseo matinal le conduce a una destartalada librería de su barrio, donde se hace con el antiguo ejemplar de un libro: 'El mar y sus misterios'. El joven no sale de su asombro cuando observa que las ilustraciones contenidas en el libro representan con exactitud las mismas imágenes de los sueños que se reproducen en su mente al caer dormido.

Entre alucinaciones y espejismos abisales, parte tras la pista del autor del viejo manual, por azar vecino de su misma calle, para acabar descubriendo un sorprendente secreto que aguarda escondido en el mismo corazón de la ciudad. No será hasta el final de su deambular que encontrará a Catherine, una chica con la que va a compartir en el futuro más que complicidad e inquietudes.

Una historia a caballo entre la dimensión onírica y la realidad, que goza de un guión sin rodeos y nos hace simpatizar de inmediato con su protagonista, siempre dentro de un ambiente otoñal plagado de lugares reconocibles sobre los que sus autores transfiguran lo cotidiano. Ha obtenido el Premio des Alpages en el Festival de Sierre-85 y el Gran Premio Avenir de la BD-85 concedido por el C.B.B.D. Es el único álbum de la serie publicado en español.



Los escultores de luz (Les sculpteurs de lumière).
En 1792, un grupo de intelectuales amenazados por los agitadores de la Revolución Francesa decide esconder un misterioso cristal justo antes de ser pasados a cuchillo por las fuerzas del levantamiento. Unos 200 años más tarde, Broussaille viaja hasta un pequeño pueblo de Las Ardenas para visitar a su tio René, un jovial hombretón al que pone nervioso la construcción de una planta de reciclaje en mitad del campo. Sin embargo, la opinión general, respaldada incluso por los ecologistas, es que se trata de una factoría adaptada al entorno, respetuosa con el medio ambiente... Pero, ¿y si las cosas no son lo que parecen?

El reencuentro entre ambos familiares se debate entre el cariño sincero y la tensión, acrecentada cuando el joven es pillado husmeando entre los papeles del despacho de su tio, donde encuentra unas diapositivas que ocultan un extraño enigma.

Guión complejo el de este álbum, que no aporta todas las respuestas a las cuestiones planteadas, pero mantiene una intriga constante. Los colores cálidos del estío nos trasladan al bello paisaje belga de onduladas colinas donde se desarrolla la historia. La figura del tío de Broussaille está inspirada en René Hausman, especialista en dibujar animales por el que Frank siente una gran admiración, mientras que la breve escena de Catherine en este número no tiene otro fin que confirmar la recuperación del personaje.



La noche del gato (La nuit du chat).
¡Por fin vacaciones! Pero Broussaille no las empieza con buen pie, ya que su gato (que, por cierto, se llama simplemente 'el gato') se escapa mientras él mantiene una conversación con la portera del edificio, la señora Vermeulen. Su búsqueda supondrá toda una odisea nocturna: el encuentro con un excéntrico anciano, los peligrosos percances que sufre mientras espía a los vecinos por la ventana de sus casas (como si él mismo fuera un gato callejero), la borrachera con un grupo de estudiantes que celebran el fin de curso... pero, sobre todo, el acercamiento definitivo a Cath para afirmar sus sentimientos de una vez por todas.

Una aventura que gana en dinamismo, pese a tener un guión más lineal que los anteriores, ya que Broussaille abandona el estado contemplativo para actuar ante los problemas que se le presentan. La búsqueda del felino depara en su primer acto como hombre, que es un acto de amor. A partir de los flashbacks de su relación con Catherine, somos testigos del emotivo paso a la edad adulta, mientras los autores evocan el amor, la muerte, las razones por las que merece la pena vivir. El dibujo de Frank se perfecciona y los colores sombríos (de Topaze) ayudan a crear un ambiente perfecto. Historia sencilla pero llena de encanto que, personalmente, he disfrutado mucho. Sólo cabe preguntarse, ¿de qué le viene a Frank tal obsesión con los gatos?



Bajo dos soles (Sous deux soleils).
Broussaille deja temporalmente Bélgica para emprender dos viajes bien distintos que le llevarán a conocer nuevos y lejanos horizontes. En la historieta Le discret pouvoir de Jizô (también apodada Broussaille en Japón) se traslada con Catherine al país del sol naciente. La joven pareja se pierde en el metro de Osaka por culpa de la muchedumbre. Buscándose el uno al otro, vagarán por su cuenta entre modernidad y tradición, realizando cada uno su propio acercamiento a la cultura japonesa hasta volver a reunirse.

La segunda historia, Sandrine des collines, tiene lugar bajo el sol del gigante africano. Broussaille parte, esta vez solo, hacia Burundi para interceder en un desacuerdo familiar. Allí viven sus otros tios, su primo y Sandrine, la pequeña adoptada por la familia que al principio recela de su desconocido pariente europeo. También está la abuela Eleonore, a quien su tio Edouard ha recluido en un asilo para ancianos. Con ellos, Broussaille descubre las maravillas de un continente distinto, de su fauna, de sus gentes. Y sus ojos se inundan de imágenes de intensa alegría y tristeza a la vez, con el recuerdo de una vida que se acaba y otra que apenas ha echado a andar.

Al igual que la gente recopila en álbumes las fotos de sus viajes cuando regresa a casa, Frank vuelca la experiencia personal de su visita a ambos países en este colorista volumen. Dos aventuras cargadas de añoranza y simbolismo bajo la siempre respetuosa visión de sus autores para este tomo en el que sacan a Broussaille de su inseparable Bruselas.



Un fauno sobre el hombro (Un faune sur l'épaule).
En una noche estrellada, Broussaille admira la ciudad desde el tejado de su casa cuando de repente siente la necesidad de poner sobre papel sus emociones, sus sentimientos, sus reflexiones sobre el curso que está tomando el mundo y nuestra sociedad, en la que imperan el egoismo y la persecución del beneficio propio. Como de costumbre, deja correr su imaginación y su mente se traslada a otros ambientes donde los árboles le hablan y abre su espíritu a la magia. Así conocerá, entre otras criaturas, al fauno: guardián silvestre que le empuja a cuestionarse las explicaciones de lo establecido y le guía en un paseo por la naturaleza lleno de poesía.

Primer tomo realizado enteramente por Frank, que asume a la vez dibujo y guión. Se trata del álbum más personal del autor, compuesto por historias muy cortas, de entre una y cinco páginas, que puede resultar algo hermético para los lectores más jóvenes. En su reflexión íntima de las luces y sombras del mundo contemporáneo, Frank nos quiere transmitir finalmente una sensación de libertad, equilibrio y optimismo, de que no todo está perdido y el hombre, capaz de las mayores atrocidades, también puede conseguir cosas fascinantes.



Durante una exposición sobre comic en Australia, Frank fue el autor elegido para representar a Bélgica. A raíz de esta oportunidad, decidió retomar a Broussaille, al fauno y a otros personajes de la serie (pero fuera de la misma) para diseñar un pequeño volumen de 28 páginas, titulado La source y dividido en dos aventuras (más un croquis de bocetos animales) de un carácter todavía más metafórico si cabe que las del tomo cinco.

Sobre la trayectoria en castellano de Cabelloloco, lamentablemente, ha sido muy limitada. La revista Spirou Ardilla, homóloga española de la edición en francés, nos enseñaba varias láminas de Los papeles de Broussaille. Pero no fue hasta 1990 que Ediciones B lanzó Las ballenas públicas en cartoné, se ve que con un ánimo de continuidad (en el lomo se indicaba la numeración de la serie) que nunca tuvo lugar. Hoy día, aún se puede encontrar de saldo. Por otra parte, esta única tirada presenta una innecesaria variación del color que, aunque no llegue a disgustar, manifiesta unas tonalidades más frías y apagadas respecto de la edición original. Además, la calidad del papel se ha revelado escasa con el paso de los años, como induce a pensar el fuerte amarilleado que han sufrido sus páginas.

El hecho de llamar al personaje Cabelloloco supone una traducción tan poco agraciada como correcta, pues ya hemos visto que responde con bastante exactitud al sentido general del término que designa su nombre. En la versión en catalán, que Ediciones B publicó simultáneamente, se le denominó Estarrufat.

Página de Los Papeles de Broussaille en Spirou Ardilla

Me encantaría ver la totalidad de la colección reunida en una obra integral, lo que a efectos prácticos no tendría por qué ser muy difícil, dado su reducido número de entregas, pero me parece una serie quizá demasiado localista para que lleguemos siquiera a ver alguna más de sus aventuras publicadas aquí. Sin embargo, la experiencia me ha demostrado que la esperanza es lo último que se pierde…

Personalmente, cruzo los dedos para que un día Frank Pé retome a Broussaille. Pero si finalmente no lo hiciera, tampoco pasará nada. Nos quedan cinco maravillosos volúmenes con los que recrearnos de un personaje tan único y diferente como, por desgracia, desconocido.

lunes, 12 de octubre de 2009

La máquina del tiempo: El secreto de los caballeros


Imagina la posibilidad de trasladarte a los tiempos de la Inglaterra bajomedieval de las órdenes de caballería, el Japón de los samuráis, la Roma Imperial de Julio César, la era de las glaciaciones -o incluso el Jurásico de los dinosaurios- las trincheras de la II Guerra Mundial o de la guerra de Secesión Americana y la Britania del rey Arturo, por proponer algunas alternativas... Nada que no permita la lectura de una buena novela histórica o de época, cierto. Pero también es verdad que el planteamiento de utilizar un artefacto que nos permitiese viajar en el tiempo para conocer momentos clave de nuestra historia -pasada o futura- y ¿por qué no? influir en su curso, siempre ha ejercido sobre la gente una poderosa atracción (¿quién no ha fantaseado alguna vez con ello?). Esto es más o menos sobre lo que trataba la colección de librojuegos La Máquina del Tiempo.

Time Machine fue una de esas series de Bantam Books que Timun Mas se apresuró en traer aquí durante la etapa dorada de los libros interactivos. Podíamos encontrarlos con facilidad en las estanterias de las tiendas junto a los títulos rojos de Elige tu propia aventura, los negros de D&D y los azules de AD&D. Su público objetivo venía siendo el mismo que el de estas series que cito; chavales jóvenes y preadolescentes, y quienes los disfrutamos en su día no podemos evitar recordarlos hoy con cierta añoranza. Diseñados por la editora Byron Preiss entre 1984 y 1988, la colección estaba compuesta por un total de 24 volúmenes que, esta vez sí, vieron la luz íntegramente en nuestro país.

Las temáticas, o más bien los periodos cronológicos en que estaban enmarcados, podían ser de lo más diversas, pero siempre guardaban una misma finalidad: la del viaje temporal para desentrañar un misterio clave de la historia de la humanidad. Los libros se presentaban como un pasaporte para el salto en el tiempo y -escritos en segunda persona- sugerían al lector que se convirtiera en una especie de antropólogo de los siglos. El sistema de juego no podía ser más sencillo, pues se basaba únicamente en el clásico método de elección de alternativas, presentadas por el texto al final de las secciones que formaban sus páginas numeradas, permitiendo así avanzar progresivamente en el relato. Sin embargo, contenía varios aspectos originales, implícitamente relacionados con la ambientación general de la serie.


Al empezar cada aventura, se te advertía de cuatro premisas que debías cumplir inexcusablemente, so pena de quedar atrapado en la edad a la que eras enviado o provocar una paradoja espacio-temporal: no matar a ninguna persona o animal, no dejarse nada del futuro en el pasado que pudiera modificar el curso normal de los acontecimientos, no franquear la barrera temporal delante de otros (pues, dentro del periodo al que te transportabas, lo normal era dar un salto de días, semanas o años -hacia atrás o hacia adelante- hasta dar con el momento exacto que pretendías investigar) y no salirse de las opciones que te ofrece la máquina del tiempo.

Una vez aclarado este extremo, se pasaba a exponer la misión que se te encomendaba en ese volumen (una curiosidad histórica, el origen de algún objeto mítico, ser testigo de un suceso único, participar en algún tipo concreto de expedición, etc.) Posteriormente, se te ofrecía el equipo para la misión. En algunos casos era meramente simbólico y sin ninguna utilidad real, mientras que otros títulos contaban con la opción de que eligieras entre una pequeña lista de objetos que podían afectar a eventos posteriores de tu periplo.

Sin lugar a dudas, esta colección tenía una clara finalidad didáctica que la hacía, probablemente, la más indicada para esa 'Guía de educadores' que Timun Mas tenía la costumbre de anunciar en las páginas finales de su línea de librojuegos. A tal efecto, una de las secciones previas al inicio de la aventura era el banco de datos, un pequeño decálogo de sucesos relevantes y generalizaciones comunmente aceptadas del periodo histórico sobre el que versaba esa entrega, que venía habitualmente acompañado de un mapa del país o la región objetivo, apuntando además los lugares que se citaban en el texto. Cualquier docente convendría conmigo en que se trataba de unos conocimientos de historia muy elementales, a menudo casi anecdóticos, que de poco podían servir como improvisado manual teórico. Pero al menos transmitían y asentaban en la cabeza del joven lector algunos datos interesantes: determinadas batallas destacables, fechas imprescindibles, usos y costumbres de la época, expresiones culturales o términos específicos... Además, al afectar el contenido del banco de datos a las decisiones que luego tenías que tomar en el juego, se aseguraba que la lectura de estas informaciones fuera lo más atenta posible.


La dificultad era muy básica y el tiempo requerido para terminar la misión no muy amplio. Pero, ahora bien, a diferencia de otras variantes similares de librojuegos que se popularizaron durante estos años -en especial los Elige tu propia aventura- sólo existía un final posible (de modo que una cadena de elecciones desacertadas te condenaba a dar vueltas de forma constante, quedando atascado o perdido en el tiempo). Por si no eras muy despierto o no le habías prestado suficiente interés al banco de datos, ciertas secciones estaban marcadas con un icono especial para que consultaras un listado de pistas o consejos al final del libro y ayudarte de esta forma a tomar la decisión más apropiada. Estas pistas también estaban relacionadas con los conocimientos que hubieras adquirido o ya tuvieras sobre el periodo en cuestión. La serie presentaba un curioso diseño visual en el que el repertorio de elecciones aparecía como un panel de botones que, al simple contacto, te inducía supuestamente al desplazamiento temporal inmediato.

Como es común en casi todo librojuego, las ilustraciones son abundantes, de distinta autoría y calidad variable. Mientras que en algunas entregas no pasaban de ser toscos dibujos abocetados, en otros casos eran verdaderas láminas bellamente elaboradas (a destacar, en este sentido, las correspondientes al volumen Al encuentro de los dinosaurios). También es corriente que estas colecciones, en las que cada número es independiente del resto, se formen por la contribución de distintos autores, algunos de los cuales repiten con cierta asiduidad (entre los escritores recurrentes en La máquina del tiempo, podemos citar a Jim Gasperini, Arthur Byron Cover o Carol Gaskin).

Por imposición de la dinámica del juego y de su función educativa, a pesar de consistir en una serie sobre los viajes en el tiempo, todos los números de la misma -salvo uno- están ambientados en el pasado. La excepción la encontramos en el sexto volumen: Los anillos de Saturno, cuya acción transcurre en el futuro (esta vez, el contenido didáctico se centra en nociones sobre nuestro sistema solar).


Para concretar algo más la crónica sobre esta colección, he elegido la primera de sus entregas por tratarse de uno de los títulos más difundidos e interesantes: El secreto de los caballeros, de Jim Gasperini. En él la misión consiste en regresar a la Inglaterra del siglo XIV para convertirse en caballero y descubrir el secreto de la Orden de la Jarretera, del porqué de su símbolo de color añil (la jarretera, que no es otra cosa que una especie de liga de mujer que iba ceñida a la pantorrilla) y de su lema: Honi soit qui mal y pense ("Vengüenza de aquel que piense mal").

En verdad, como bien se confirma buscando en la web, "muy poco se sabe a ciencia cierta sobre los orígenes y finalidad de la orden y del significado de sus emblemas, ya que los registros más antiguos se han perdido en sucesivos incendios". Así que, arropado con un sencillo traje de campesino, la máquina del tiempo nos catapulta directamente al año 1344 en las proximidades del castillo de Windsor para empezar nuestra investigación. Antes habremos tenido la oportunidad de consultar el correspondiente banco de datos, que nos ha proporcionado algunas informaciones a tener en cuenta: estamos en pleno reinado de Eduardo III y apenas han transcurrido dos años de la batalla de Crécy, de la que el Príncipe Negro, hijo del monarca, ha regresado proclamando su victoria sobre los franceses. La antigua capital sajona, Winchester, sigue siendo una ciudad muy importante, en tanto que la peste, que asolará próximamente toda Europa, se perfila en el horizonte.


Enseguida nos veremos forzados a hacer ajustes de cálculo sobre la fecha a la que nos queremos teleportar, ya que como descubriremos al poco de nuestra llegada, nos hemos anticipado al momento de fundación de la Orden. Puesto que es una época difícil -y dado que en realidad no se puede presentar el caso de que el jugador muera durante la aventura- tendremos que recurrir a los saltos en el tiempo para librarnos de más de una pelea o riesgo (como cuando, por ejemplo, nos retan a un combate con garrotes). Pero no podemos saltar en el tiempo a lo loco (el listado de pistas pronto nos recuerda lo peliagudo que puede resultar transportarse al invierno de 1349, cuando la Peste Negra se cebaba sobre la población inglesa).

Para alcanzar nuestro objetivo de armarnos caballero y conocer los misterios de la Orden desde dentro, antes tendremos que trabajar de aprendiz de herrero, servir como escudero de un noble, participar en Crécy e incluso llegar a conocer a Eduardo, el Príncipe Negro, sin dejar de pasar por toda la parafernalia propia del Medievo: torneos, acusaciones de brujería, jornadas de caza, etc.

¿Acabaremos en la picota de la plaza de Winchester para escarnio público ante sus ciudadanos o tendremos el noble honor de integrarnos en la prestigiosa Orden de la Jarretera y regresar al presente conociendo sus secretos? Tendréis que jugar para averiguarlos, pero si a alguien le pica la curiosidad, aquí os dejo el enlace a la Wikipedia que desvela las hipótesis contemporáneas sobre el enigma que plantea el origen de la Orden. Os sorprenderá saber, entre otras cosas, en quién recae la titularidad de algunos de sus miembros actuales.

El emblema de la Orden en el castillo de Windsor

El número de secciones de este libro, que da comienzo a la colección, es de 124 páginas y las discretas ilustraciones interiores corren a cargo de Richard Hescox (la calidad de reproducción de éstas en la edición de Timun es bastante mala, por cierto).

La máquina del tiempo fue una bonita apuesta por el equilibrio entre educación y entretenimiento. Ya revisaremos más adelante algún otro título de la colección.
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