Primera selección de novedades del año, aunque como ya sabéis ni están todas las que son ni son todas las que están, pero igual que siempre tratamos de sondear un poco en cada medio y sacar al descubierto aquello que huela a fantasía, aventuras y similares.
¡Que las disfrutéis y hasta las novedades del mes que viene!
(Mi agradecimiento a Cyberdark por los avances PDF)
Y seguimos con adaptaciones... Le toca el turno a El hijo de las estrellas (L'enfant des étoiles), primer volumen de la versión novelada de Thorgal, una de las BD's europeas de mayor solera (más de treinta años a sus espaldas y otros tantos álbumes) de la fantasía heroica, que como sabéis de sobra los que venís por aquí se cuenta entre mis colecciones más queridas del mundo del cómic. Aunque al hablar de Thorgal parece que ya casi cuesta definirlo exclusivamente dentro de un sólo medio, ya que en los últimos años la obra de Van Hamme y Rosinski ha experimentado una enorme ramificación hacia otras vertientes -no siempre con demasiado acierto- y así hemos visto surgir desde un videojuego, a un CD de música inspirada en la serie y sus personajes, productos diversos de merchandising (como los bustos de la familia protagonista al completo) y, ya de vuelta a las viñetas, varios spin-off sobre los secundarios más importantes del hilo principal, cuyo número inaugural basado en Kriss de Valnor acaba de ser publicado en español por Norma. Naturalmente queda la serie original como referente absoluto e incomparable respecto de todos estos subproductos, muy especialmente los álbumes de la etapa Van Hamme-Rosinski, por encima de toda forma de rentabilizar su éxito mediante otras fórmulas y soportes.
Así que no parece raro que el último proyecto en sumarse en torno al héroe criado por los vikingos haya sido el traspaso de sus aventuras de las páginas del cómic a las de un libro (o en plural, ya que lo inabarcable de sus historietas impone la puesta en marcha de todo un conjunto de tomos para recogerlas convenientemente). Los aficionados recibieron la noticia de su salida con ilusión y recelo a partes iguales. A la alegría motivada porque la mayor extensión de las páginas de una novela iba a permitir cubrir las inevitables lagunas del tebeo ante lo intrincado de su argumento a lo largo de tantas y tantas entregas, se le une también una cierta desconfianza debido a la dificultad que supone versionar las prolongadas y enrevesadas tramas desarrolladas por Van Hamme. Con saber que el resultado cuenta con el beneplácito de los padres de Thorgal (una lectura sorprendente, en palabras del propio guionista), sin duda nos sentimos aliviados frente nuestras lógicas reticencias iniciales sobre este experimento. Personalmente yo también tenía mis reservas acerca de un nuevo intento de explotar un poco más al personaje, pero debo admitir que finalmente me pudo la curiosidad y, tras haber leído la primera entrega de sus andanzas, no me he sentido decepcionado.
Esta primera adaptación de las aventuras de Thorgal al plano literario, bajo el título de uno de los álbumes más representativos de la saga, vio la luz a finales de 2009. Curiosamente, no vino precedida de ningún tipo de acción promocional, de modo que su aparición en las librerías pilló a los aficionados completamente por sorpresa. Tras haber adquirido los derechos de adaptación, la editorial francesa Milan (especializada en literatura infantil y juvenil) propuso a Amélie Sarn -autora que trabaja regularmente en su plantilla- si quería asumir el reto. La elección no fue al azar: Sarn reconoce ser seguidora acérrima de la colección desde siempre y haber leído y releído cada uno de sus volúmenes. Escritora y traductora de multitud de libros, especialmente para un público joven, ha trabajado igualmente como guionista de las editoriales Delcourt, Dargaud o 12bis, junto a autores como Eric Corbeyran. También ha realizado la adaptación del film de dibujos animados Les Triplettes de Belleville. No dudó un instante en hacerse cargo de la novelización de Thorgal y, como ella misma declara, es algo que ya se había intentado en anteriores ocasiones, pero ni Le Lombard ni Van Hamme ni Rosinski se mostraban satisfechos con lo que les habían presentado hasta entonces. Tras analizar el planteamiento expuesto por Amélie Sarn, la autora recibió carta blanca para desarrollar sus ideas al respecto.
Con muy buen criterio, aborda la historia de Thorgal desde sus comienzos, siguiendo un estricto orden cronológico natural. Es la mejor forma de reinventar al personaje, respetando el espíritu que da vida al cómic pero, al mismo tiempo, salvando las pequeñas incoherencias que motivan las vueltas atrás en la serie, al estar en constante evolución a lo largo de sus muchos números, explica la autora francesa. La fidelidad al tebeo no implica que no haya podido explayarse en aquellos episodios de la vida de Thorgal que se recorren de pasada en las viñetas; pequeñas modificaciones y añadidos, siempre con el aval de Van Hamme, que no traicionan su origen. Le queda así un buen margen al lector para el redescubrimiento, la sorpresa y otras nuevas escenas, de modo que no debe echarnos para atrás el hecho de conocer la trama con antelación.
El tomo 1 va desde el momento en que Thorgal es hallado por Leif en el mar hasta que decide marcharse con Aaricia del territorio de los vikingos del norte. Abarca por tanto los dos primeros álbumes de la serie matriz (La maga traicionada y La isla de los mares helados), precedido de algunos relatos del 7º (el homónimo El hijo de las estrellas) y el 14º (Aaricia). Se centra principalmente en dos ejes: la infancia de Thorgal (en la que su familia y cuantos le rodean juega un importante papel) y la búsqueda de su identidad. Al prólogo y los 24 capítulos que se distribuyen a lo largo de sus 285 páginas les acompaña una mágnifica portada con el título en relieve, realizada por Grzegorz Rosinski en exclusiva para la ocasión (la edición, en rústica, por ahora sólo existe en francés y su precio es de 15€).
La narración comienza por un prólogo que traslada fielmente la historieta 'El drakkar perdido', donde se refieren las extrañas circunstancias de la llegada de un recién nacido Thorgal al hogar del jefe vikingo Leif Haraldson, que lo acoge como el hijo que nunca tuvo. Los primeros capítulos reflejan, de una manera más o menos libre, los primeros años del pequeño alrededor de su familia y los otros niños de la aldea, salpicados de momentos dramáticos (como la pérdida de sus padres de adopción y el rechazo de un pueblo arraigado en sus tradiciones, que no le acepta entre los suyos, terminando por apartarle definitivamente de la vida en común y las prácticas grupales de los futuros guerreros). Esta parte preliminar introduce personajes de nueva creación, entre los que destaca la joven Astrid -digamos que una antecesora de Aaricia-, al mismo tiempo que moldea otros más conocidos, como el propio Leif, Gandalf el Loco, Jorund el Toro, Bjorn -su eterno rival de juventud- o Hierulf el Pensador.
Le siguen aquellos episodios en los que la fantasía se desenvuelve con más fuerza, donde se presenta el universo mágico, de monstruos, dioses y criaturas mitológicas, que forma la base de los sucesos por venir en la vida de Thorgal. Las secuencias que en el cómic se describían en 'El metal que no existía', de afectuoso protagonismo para el carismático enano Tjahzi, encuentran una descripción sin duda más pormenorizada en las páginas del libro. Y, como en el cómic, enlazan con la eventual llegada de Aaricia, la otra figura clave de esta historia, que gozará igualmente de un amplio espacio para detallar su personal epopeya fantástica procedente de la historieta 'Las lágrimas de Tjahzi'. Ambos relatos tienen como fin destacar la relación que desde la más tierna infancia une a ambos personajes, a los que vemos caminar de la mano hacia la madurez, quedando claro que han nacido para estar uno junto al otro.
En esta primera mitad ya se perfilan los adversarios que, sea enfrentándose directamente a él o simplemente en una actitud de rechazo permanente, van a hostigar los días de lozanía de Thorgal, pero también amigos y aliados (como Solveig) que reaparecerán en momentos puntuales. En 'Holmganga', la tercera y última historieta corta trasladada a la novela, queda patente el odio y la enemistad hacia Bjorn, a la vez que se afianza definitivamente el vínculo amoroso entre el héroe y Aaricia. Thorgal asume que su lugar no está entre los vikingos y de este reconocimiento nace el abandono de una idea, la de ser aceptado por estos, a excepción de su alma gemela, para tomar la decisión de emprender una vida en paz.
Con un salto temporal, la segunda parte avanza un proyecto de huída que, sabemos, acabará culminándose sólo tras las adversidades por las que la pareja atraviesa durante el Ciclo de los Mares Helados. Se hace hincapié en la búsqueda de sus orígenes más allá del pueblo vikingo y afloran personajes fundamentales en la explicación de la procedencia de Thorgal, como Slive y las primeras pistas sobre el pueblo de las estrellas, o el Señor de las Tres Águilas. Aquí la autora ha optado por redistribuir y rehacer escenas que habría sido difícil adaptar tal cual, sobre todo en lo que concierne a la actuación de Slive, en aras de una narración más coherente y comprensible para el lector. El examen profundo de la línea argumental a partir de las muchas lecturas que Amélie Sarn ha realizado de los álbumes le permiten extrapolar los sucesos de toda la saga para encadenar mejor la aventura, evitando contradicciones propias de la extensión de un cómic que se ha ido expandiendo a lo largo de varias décadas. Sólo echo en falta algún aporte en relación a la esclarecedora historieta 'El talismán'; pero si bien el encuentro con Xargos parece haberse esfumado, las alusiones al disco blanco que Thorgal se empeña en guardar todo el tiempo son constantes. Veremos cómo se resuelve esta incógnita en posteriores entregas.
Aunque la ausencia de una precisión geográfica exacta es también marca del cómic original, la inspiración realista de las distintas civilizaciones por las que discurren los pasos de Thorgal siempre ha sido incuestionable. En este volumen no salimos de las gélidas tierras del norte, sobre las que la escritora traza una descripción minuciosa de las estructuras sociales y de las costumbres escandinavas, a merced del mar y las estaciones. Por cierto, que en este sentido hay que decir que tanto la redacción como el estilo de la prosa de Sarn es más que correcto; accesible y nada confuso, pero sin rayar por ello en la simpleza. Atendiendo además a la carrera profesional de la autora (y aún de la editorial misma), no caigamos en el error de pensar que si la obra narra el periodo infantil del héroe esto implica necesariamente que el relato también lo sea.
Según la web Thorgal-BD, El hijo de las estrellas es «una adaptación equilibrada; un buen libro, bien escrito, para todos los públicos», opinión que comparto plenamente. Amélie Sarn ha sabido reescribir la historia para proponernos una versión fluida y congruente, que sortea con eficacia el doble riesgo de permanecer en exceso fiel al cómic (perdiendo así todo sentido, al quedar como una mera transcripción) como de alejarse demasiado del mismo, provocando el disgusto de los fans, que han buscado en este libro respuestas a algunas cuestiones que todo lector de Thorgal se había planteado en algún momento.
Se trata, por tanto, de una novela amena y agradable que constituye una fuente de información suplementaria sobre el universo de Thorgal y gustará sobre todo a los incondicionales de la serie, en cuyas bibliotecas no debería faltar. Puede ser también una buena opción para aquellos que no conozcan el cómic y quieran así iniciarse en el mismo. Todo esto dicho de un modo relativo por la parte que toca al lector español, dado que su publicación en nuestro mercado es bastante dudosa. Puesto que Thorgal es sinónimo de filón seguro, y en vista de la reciente salida del primer tomo de Los Mundos de Thorgal, no descartaría que algún día se diera esta posibilidad. Entretanto, tenemos disponible el segundo volumen, titulado Más allá de las sombras (que ya cayó en mis manos hace unos meses) englobando el Ciclo de Brek-Zarith, mientras está en proceso la salida de un tercero, del que espero que pronto tengamos noticias.
Como ando metido de lleno en Choque de Reyes y ahora que ha pasado un tiempo desde el momento de su emisión, creo que a estas alturas ya puedo hablar con mayor propiedad de la adaptación televisiva de Juego de Tronos, primer título de la saga de George R. R. Martin (del cual ya dejé mi opinión en la correspondiente reseña hace unas semanas). No podía hacerse esperar más una recreación audiovisual de una obra de la talla de Canción de Hielo y Fuego, y en este caso nos ha llegado en forma de serie de diez episodios realizada por HBO, el respetado canal estadounidense que se distingue por series de producción propia de una gran calidad.
Si una epopeya tan extraordinaria como El Señor de los Anillos precisó de tres largometrajes, de en torno a las tres horas de duración cada uno, para llevar al cine un libro de unas mil páginas (con un bagaje interior muy superior a las mismas, es cierto, aunque en esencia sus dimensiones son esas) me resulta inimaginable lo que supondría la realización de una producción cinematográfica sobre la macro-saga de colosal envergadura de Martin, con sus cinco volúmenes en el mercado (el último aún sólo en inglés... esperando reacción de Gigamesh) y al menos otros dos en camino. Así, parece que había opción mejor que la de una teleserie. A mi parecer, la decisión fue acertada; el desafío, eso sí, enorme. ¿Y el resultado? Pues, sorprendentemente, muy correcto.
El 'quién es quién' de esta primera temporada de Juego de Tronos
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Partamos de la idea de que estamos ante una adaptación que, como tal, no puede ni pretende trasladar todo el cúmulo de personajes, diálogos, escenarios y situaciones que se dan en el texto original. Es más, dada la magnitud de éste, no le queda otro remedio que recortar y meter premura por un lado u otro, a riesgo de que en caso contrario el resultado fuese inabarcable. Lo importante era que los posibles tijeretazos de guión y medios no se apreciasen en el conjunto. Yo diría que los señores D. Benioff y D. B. Weiss, creadores de la serie, lo han conseguido. La consecuencia es una recreación esencialmente fiel en todos los aspectos, sobre todo en lo que concierne a mantener y respetar el hilo de cada una de las tramas que discurren en la novela. Y seguramente en esto algo habrá tenido que ver que hayan contado con la supervisión y coproducción ejecutiva del propio George R. R. Martin, del que se aprecia en cada capítulo la soltura adquirida durante su trayectoria hollywoodiense y la puesta en práctica de todo un arsenal de tretas televisivas.
Robb y Bran recogen a los cachorros de huargo en el bosque
Cuestión fundamental en la que el canal se jugaba gran parte del éxito de este nuevo proyecto era la adecuada elección del reparto que tendría que meterse en la piel de todo un elenco de personajes por los que las masas de aficionados sienten una enorme cercanía y, en algunos casos, hasta devoción. Por el nivel de la lectura en que me encuentro, yo aún no estoy tan implicado en la saga como alguien que ya haya pasado por los cuatro -o cinco, si ha tirado de la edición en inglés- libros publicados, y quizá por ese motivo no me ha costado demasiado asumir la identificación de los personajes a partir del papel que ejercen sus respectivos intérpretes con la imagen mental que tenía de los mismos. Está claro, en cualquier caso, que nuestra idea personal de los protagonistas nunca podrá corresponderse del todo con aquella a la que ponen cara actores y actrices, por más que su actuación sea elogiosa, lo cual es siempre un handicap a superar por la adaptación de cualquier obra de fama reconocida. Pero también en este punto, por fortuna, podemos celebrar el buen tino de los productores, que han sabido extraer un casting bastante certero y a la altura que las circunstancias exigían.
Jon Nieve, bastardo de Ned Stark, y Sam Tarly, en la Guardia Negra
La verdad es que, con la excepción de Sean Bean en el papel de Eddard Stark (actor que probablemente haya dejado de quedar encajado ad eternum como Boromir para pasar a estarlo como Ned), la casi totalidad del reparto es practicamente desconocido. Eso no ha impedido, sin embargo, que la mayoría hayan resuelto sus correspondientes roles con corrección, por más que a través de nuestra mirada siempre subjetiva podamos sentir más o menos propensión a resaltar la actuación de unos u otros.
Resulta algo chocante descubrir que la media de edad de los personajes se ha elevado unos cuantos años, algo que se nota especialmente en los más jóvenes. Lo comprobamos sobre todo en papeles como el de Robb Stark (Richard Madden) y Jon Nieve (Kit Harington), en teoría adolescentes; no tanto en otros como Joffrey Baratheon (Jack Gleeson), perfecta imagen del repelente heredero del rey Robert, o los más pequeños de los Stark. Entre los adultos, diría que este efecto avejentamiento tiene su máxima expresión en Catelyn Stark, representada por una Michelle Fairley algo más madurita de lo debido. Sin duda este hecho habrá obedecido a imposiciones del casting, pues parece entendible la dificultad de dar con pequeños actores capaces de defenderse en la figura de personajes complejos. Pero, para nuestra gran sorpresa, el plantel de menores electo aprueba con nota sus interpretaciones. Cansado de películas en las que el protagonismo recae en niños-actores insufribles y sin talento alguno, asistir aquí a la actuación decidida y desenvuelta de los chavales que se han puesto sobre las tablas en esta serie es como un bálsamo para los sentidos, tantas veces castigados. Mención especial para la menor de las hermanas Stark (Maisie Williams), que borda su asunción de Arya Stark, de la que por suerte además podemos esperar mucho juego en el futuro.
Las hermanas Stark: Sansa, ejemplo de buenas formas, y la rebelde Arya
En todo caso, como digo, aunque también para mí algunos personajes de la serie se equiparan más que otros a mi percepción particular, no puedo por menos que aplaudir lo convincente de la puesta en escena global. La gravedad y el sentido del honor de Eddard, el entusiasmo truncado de Bran (bien cumplido también el trabajo de Isaac Hempstead-Wright), la fiereza severa de Khal-Drogo (Jason Momoa; de los pocos rostros conocidos por su aparición en la serie StarGate y en los músculos del nuevo Conan) o la notable evolución de Sansa (Sophie Turner) y, sobre todo, de Daenerys Targaryen (sobresaliente Emilia Clarke en un papel dificilísimo que ha de combinar a partes iguales candidez y audacia) quedan reflejados con sobrada suficiencia en esta meritoria apuesta de HBO.
Viserys y Daenerys, los últimos Targaryen
Como la densidad de nombres -lógicamente de la serie como de la novela- es tan grande, me cuesta dejar de mencionar otras intervenciones dignas de ser tenidas en cuenta. Y es que algunos actores parecen haber nacido para representar a su personaje, como Mark Addy, que han clavado como el borracho y ardoroso Rey Robert Baratheon. De menor gancho para algunos, debo reconocer en cambio que su consorte, Cersei Lannister (Lena Headey) sí cumple con mi visión de mujer fría y ambiciosa (e indudablemente atractiva) que le corresponde. Al otro lado del Mar Angosto, el escocés Iain Glen consuma con perfección a un personaje que me suscita un interés especial, el fallido caballero ser Jorah Mormont; en tanto que un rubísimo oxigenado Harry Lloyd expresa muy competentemente la arrogancia y sádica crueldad de Viserys Targaryen (impagable escena la de su 'coronación').
El Rey Robert Baratheon y su calculadora esposa, Cersei Lannister
Y si antes recalcaba la actuación de la niña que caracteriza a Arya, no puedo olvidarme tampoco del enano que encarna a uno de los protagonistas indiscutibles más queridos por los lectores: Tyrion Lannister. Mira que deben de estar encasillados los actores de tan baja estatura para determinados papeles, y aún así Peter Dinklage (que ha obtenido el premio Emmy al mejor actor de reparto por este personaje) está inmejorable como el miembro deforme de la Casa Lannister. Por poner algún 'pero', debo decir que uno de los que no me acaba de convencer, pese a su gran relevancia, es Jon Nieve (que además en lo físico difiere un poco de la imagen que tenía de él), así como Jaime Lannister (Nicolaj Coster-Waldau) o Theon Greyjoy (Alfie Allen), de quien estoy descubriendo que se perfila importante en la continuación de Juego de Tronos. A los lobos huargos parece que también se les ve menos el pelaje en pantalla que en los libros.
Tyrion Lannister, una personaje 'grande' como ningún otro
En cuanto a la localización del rodaje, determinante en una producción de estas características, el equipo estuvo asentado varias semanas básicamente en la verde Irlanda, aprovechando su paisaje salpicado de rincones medievales dignos de leyenda, al igual que varios emplazamientos de la isla de Malta. En este sentido la filmación se enfrentaba a uno de sus mayores retos, dada la fastuosidad y la monumental grandeza de algunos de los escenarios principales de la saga: el Muro, Desembarco del Rey, capital de los Siete Reinos de Poniente, o la remota Vaes Dothrak, por ejemplo. Aquí no quedaba otra que tirar de medios técnicos y sortear con planos aéreos la carencia física de lugares indicados para el género fantástico, efecto que se ha logrado sin provocar que al espectador le rechinen los dientes, pero también sin excederse demasiado.
El Muro, del lado del Bosque Encantado
Desembarco del Rey, con la Fortaleza Roja en primer plano
El despliegue de otros medios escenográficos, utilería variada (hasta el trono de hierro les ha quedado bien) vestuario y toda clase de pertrechos (todos sabemos lo profusas que son las descripciones de Martin en lo que al atuendo se refiere) responden con creces a su fuente narrativa y demuestran en dónde se ha ido un buen chorro del dinero que ha costado esta primera temporada (entre 50 y 60 millones de dólares); no en vano el autor y guionista ha confiado en HBO creyéndola la única capaz de tolerar el presupuesto que iba a suponer versionar su obra para la pequeña pantalla. De estos diez capítulos sólo flojea un aspecto que no ha pasado desapercibido para muchos: la manera de esquivar las grandes concentraciones guerreras; los primeros enfrentamientos armados que se producen en el libro, la afluencia al torneo de la Mano en la populosa capital, o los cuarenta mil jinetes del khalasar dothraki se han visto notablemente adelgazados al pasar a la televisión. En definitiva, cómo resolver el problema de las multitudes; escollo que además tiene todos los visos de acrecentarse en la segunda temporada a tenor de las batallas por doquier que asoman por el horizonte.
El Nido de Águilas, feudo de los Arryn, es fiel a su lema
Invernalia, hogar norteño de los Stark
La banda sonora original, compuesta por Ramin Djawadi, cuenta con la alternancia necesaria que requiere una proyección, ora pausada y uniforme para los trances más sombríos, ora impetuosa y contundente en los momentos violentos, y desde luego es variada (contiene hasta 29 temas, nada menos). Ya el que encabeza los magníficos títulos de crédito, que pronto se nos queda grabado en la memoria, supura la épica que se avecina en cada capítulo. Hemos de aludir también a la creación de un lenguaje dothraki con el fin de dar mayor credibilidad a las secuencias en las que aparece la horda de Drogo. Son el tipo de cosas que exhiben la solvencia de la serie.
El Khal Drogo obsequia con 'la plata' a su esposa Daenerys
¿Qué podemos esperar de la trama que se nos presenta? Pues, lo dicho, una traslación respetuosa del primer volumen tal cual (que, por supuestísimo, recomiendo con verdadero empeño haber leído antes), con todas sus intrigas, historias de rivalidades, enfrentamientos épicos, politiqueo del bueno, rencillas entre familias, traiciones, sexo... Sí, sexo también; uno de los aspectos más peliagudos en la labor de adaptación (y más con lo puritanos que son para esto los yankis), pues en las novelas ni faltan ni se maquillan las escenas de cama. Algo cogido por los pelos el papel de una prostituta creada al efecto, pero nada que no sea una manifestación más de lo que se encuentra entre las páginas. Por lo demás, una filmación con cliffhangers a cascoporro, como era de esperar, con diálogos magistrales, algunos traídos casi al dedillo desde el libro, y con personajes cargados de carisma. Eso sí, cuidado que hay algún que otro secreto desvelado y escena posterior adelantada (ah, ¿pero que Renly es gay? Hombre, algún que otro guiño en la prosa sí hay, por aquello de las armaduras relucientes que gusta vestir, su amancebado Loras Tyrell, Caballero de las Flores, la Guardia Arcoiris... en fin, supongo que debí imaginarlo).
Los consejeros Varys, la Araña, y Petyr Baelish, Meñique
(a estos dos no sé si los querría yo en mi círculo más cercano)
Por último, lanzo un interrogante. ¿Es posible ver la serie y seguir con atención su argumento sin haber pasado antes por el primer libro? Ya he indicado que no es lo ideal, pero no todo el mundo estará dispuesto a cepillarse una obra de ochocientas páginas que no son más que el comienzo de algo mucho más largo (menos aún aquellos que ya de entrada recelan del género fantástico). Si lo planteo es porque un buen sector del público la habrá disfrutado y no se lanzará a una librería al día siguiente (otros muchos sí lo harán, que conste). Por mi experiencia, sé que la persona con quien la vi en su totalidad -que ni se ha leído los libros ni lo va a hacer-, tuvo dificultades para no perderse, sobre todo entre nombres, Casas, relaciones entre personajes y el hilo de algunos enredos (tenía que pausar cada cierto rato para explicarle la situación o refrescarle quién era tal o cual integrante de las distintas maquinaciones). Por otra parte, para los que sí nos hemos leído Juego de Tronos antes, determinadas secuencias (ya sabéis cuáles), no por esperadas dejan de ser realmente impactantes. Todo un mérito, ya lo creo.
Abriendo boca para la 2ª temporada, cuyo estreno se espera en abril, os dejo un enlace al website y con uno de los numerosos trailers que circulan por ahí (aunque en realidad no avanzan nada aún...) Para cuando salgan en pantalla los nuevos diez episodios tendré más que asentado en mi cabeza Choque de Reyes; una emisión que ya levanta expectación e incertidumbre ante los nuevos papeles que cubrirán los huecos dejados por los protagonistas borrados del mapa.
Espero no haberme dejado llevar excesivamente por el entusiamo de las horas de lectura que me está proporcionando Canción de Hielo y Fuego al entrar a valorar su teleserie, pero se trata de una de las que he visto con más agrado en bastante tiempo.