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domingo, 14 de abril de 2013

Pompeya. Catástrofe bajo el Vesubio


Estamos teniendo un fin de semana bastante agradable y soleado por aquí, que invita a salir a hacer otras actividades fuera de casa. Quizá más de tirarse a la calle y solazarse al aire libre, pero el caso es que al final nos hemos acabado metiendo en una exposición cuya visita había ido aplazando desde hace unos meses. En el Centro Arte Canal se presenta Pompeya: Catástrofe bajo el Vesubio, una exhibición patrocinada por la Comunidad que estará todavía abierta al público hasta el próximo 5 de mayo.

Para los que gustamos de la historia antigua y la arqueología se trata de una cita ineludible y, a pesar de que el espacio requerido se ha visto mermado respecto de muestras anteriores que han tenido lugar en este mismo recinto (no hay, por ejemplo, anexos exteriores como otras veces), se ofrece una visita muy aprovechable y grata que ronda la hora y media de duración para ver tranquilamente todos los apartados y obras expuestas.

«Cuando el año 79 d.C. la ceniza sepultó las poblaciones de Pompeya, Herculano y Estabia en Campania, se produjo una de las peores catástrofes de la historia. Su dramática destrucción las ha convertido, paradójicamente, en el yacimiento más importante y mejor conservado de la época romana. Una auténtica fotografía de cómo se vivía hace ahora dos mil años.

"Pompeya, castástrofe bajo el Vesubio" es una muestra de más de seiscientas piezas que quiere mostrar qué supuso la erupción volcánica para una ciudad llena de vida. Los objetos de uso cotidiano, las pinturas y los restos orgánicos que la catástrofe ha permitido conservar, son de una calidad arqueológica inigualable y de una contundencia visual incuestionable.

Pero también con la muestra se quiere resaltar la figura de Carlos III, el "Rey Arqueólogo", que fue el descubridor y auténtico impulsor de las excavaciones en Pompeya.»


Gracias a esta exposición se nos acerca ahora a Madrid un trocito de la que, sin lugar a dudas, debe de ser una de las excavaciones más impresionantes a visitar in situ, en las cercanías de la población italiana de Nápoles, que nos sirve para hacernos al menos una ligera idea tanto de la actividad diaria y costumbres en la floreciente villa romana de Pompeya en el s. I, durante la pax romana del periodo Imperial, como de los dramáticos sucesos que sacudieron abruptamente su existencia. Ciertamente en este recorrido se consiguen rehacer para el público los aspectos más generales de las condiciones de vida de éste y otros núcleos de población de la Campania en esos momentos, como inducirnos el estupor provocado por su caída en desgracia.

Al igual que en anteriores ocasiones, la superficie del evento se encuentra dividida en varias áreas temáticas  (aunque, ya digo, mucho menos concentradas y con mayores espacios diáfanos esta vez) a través de las que se puede realizar un cómodo recorrido que tiene por eje un pasillo denominado la calle, como si fuera parte del trazado de la urbe pompeyana, dando acceso a los diferentes módulos. No será de extrañar —a nada que se tengan unas mínimas nociones sobre este episodio histórico— que la mayoría de las piezas que vamos a contemplar (algunas de ellas reproducciones) se han preservado en un estado formidable gracias a la acción protectora que capas de magma y ceniza han ejercido sobre ellas durante diecisiete siglos, hasta el momento de su redescubrimiento.


La primera parte ofrece una introducción a la historia primitiva de Pompeya, cuyo origen etimológico se atribuye a la supuesta acogida al héroe legendario Hércules (que también daría nombre a la cercana Herculano), si bien la ciudad y sus vecinos se hallan bajo el amparo de los dioses Apolo y Venus. Desde el control de la región por los samnitas hasta su adhesión a Roma, se demuestra por medio de vestigios de esta edad arcaica que la zona ya se vio afectada por sacudidas y erupciones anteriores a la del año 79.

Uno de los siguientes ámbitos recrea la llamada Casa de Menandro, una lujosa villa de gran tamaño, con numerosos aposentos, baños privados, almacenes y estancias para los esclavos, de la que se han logrado extraer multitud de hallazgos arqueológicos. Destaca un tesoro formado por servicios de plata bruñida, joyas de oro, cofrecillos de monedas escondidos, etc. que los acaudalados dueños de la casa confiaban recuperar tras el desastre, así como recipientes de todo tipo, bustos, estatuillas y algunas fuentes de bronce cuya factura presenta una enorme belleza, como la de una hidra enroscada o un caño con forma de serpiente. La siguiente maqueta reproduce la distribución del palacete urbano.


Continuando por la calle ficticia que citaba antes, nos asomamos hasta diversos sectores donde se explica visualmente, por medio de obras expuestas en vitrinas y de breves proyecciones, las características que comprenden los entornos de la vida privada, como también la manifestación de la pública en los ámbitos del ocio o de la actividad comercial y social. Dentro de lo que sería el estilo de vida que se practicaba en el contexto de la familia, podemos observar cantidad de objetos de uso personal extraídos de las casas (muchos tal cual los dejaron sus poseedores ante la huída precipitada bajo la amenaza del volcán), como lucernas, mobiliario, espejos y abalorios, estatuas de deidades que se erigían en los patios, recipientes de cristal —semifundidos por efecto del calor de la lava— y aparejos metálicos de todo tipo, e incluso rollos de papiro carbonizados, entre otros.


En cuanto a su extensión al plano público, los pompeyanos gustaban de frecuentar tabernas, lupanares y termas (donde no sólo se entregaban al placer, sino que también constituían un lugar de encuentro, de reunión social y negociación de transacciones), aunque sobre todo tenían entre sus actividades favoritas asistir a los espectáculos de gladiadores en el anfiteatro. También en este caso se dispone de una gran cantidad de utensilios de ocio o profesionales que atestiguan estas ocupaciones, como instrumental médico y ungüentarios, herramientas de trabajo, ánforas o cráteras para el vino y alimentos durante las celebraciones, dados para juegos, varias piezas del equipo de los gladiadores (cascos, grebas, gladius), y un largo etcétera.

Otro apartado destacado del circuito es el que se consagra a los frescos y pinturas murales hallados en Pompeya, que forman uno de los conjuntos mejor conservados del mundo antiguo, nuevamente por obra del grueso manto de residuos y escorias que sepultó la ciudad, en la que casi toda casa opulenta gozaba de este tipo de decoración en sus estancias. Además de restos de los materiales básicos para realizarlos (pigmentos, lancetas, estelas) se muestran varios ejemplos conocidos de dichas pinturas, como la del famosísimo retrato de la poetisa Safo de Lesbos.

Pero sin duda la parte más impactante de la exposición viene representada por el área donde se plasma la magnitud de la catástrofe acaecida el 24 de agosto de 79 d.C., cuando el Vesubio entra en erupción y su caldera expulsa durante alrededor de 48 horas una lluvia de roca, cenizas y magma que sumen a la ciudad en una casi repentina oscuridad. Se estima que Pompeya, que ya se había visto sacudida por graves seismos premonitorios apenas unos años antes, contaba con unos 15.000 habitantes en el momento del desastre, pero no sólo sus moradores alzaron la vista con temor hacia la ominosa sombra que se precipitaba desde la cumbre de la montaña, sino que también las cercanas villas de Herculano y Estabia, así como gran parte de la región de Campania, quedaron enterradas bajo siete metros de piedra pómez y material volcánico. Muchos cientos de almas perecieron, incapaces de dejar sus casas y huir a tiempo, asfixiados por los gases tóxicos que desprendía la columna o abrasados como consecuencia de las altísimas temperaturas.


Personas, animales domésticos, construcciones y —en definitiva— toda estructura, viva o no, a su alcance, quedaron a merced del río de lava surgido del volcán, formando un revestimiento protector que atrapó, a modo de foto instantánea, cuanto encontraba a su paso. Así, hoy podemos examinar los cuerpos solidificados durante siglos de quienes cedieron a la furia del Vesubio, en algunos casos en posturas inverosímiles que reflejan su sufrimiento allí mismo donde cayeron. Como para reflejar tal angustia y crear cierto ambiente cómplice, en este módulo la iluminación es muy tenue y se proyectan un par de videos especialmente interesantes sobre la intensa cronología del cataclismo.


La exposición, para terminar, contiene un par de zonas más. Una mención expresa al primer impulsor de las excavaciones desde 1738, el rey Carlos III, por entonces monarca de Nápoles y Sicilia antes de su regreso a España para tomar posesión de la corona. Bien llamado el rey arqueólogo, del que desconocía esta faceta (más cabal que la de ciertos Borbones recientes entregados a prácticas poco edificantes), hay que decir en su favor que instauró una serie de usos en esta disciplina que han sentado cátedra en la profesión, como la conveniencia de mantener los descubrimientos en su lugar de origen, o el ya mero y sorprendente hecho de no rendirse al expolio gratuíto, además de su mecenazgo en éste y otros trabajos de recuperación. A raíz de su figura, se destapan algunos yacimientos, a los que aquí han denominado las Pompeyas españolas, y se muestran varias piezas de estudios arqueológicos como el de Ampurias (Gerona) y Segóbriga (Cuenca).

El itinerario se completa con la emisión del documental "Pompeya, el último día" para la BBC (no confundir con la adaptación clásica al cine de la novela homónima en 1960). Se puede ver allí mismo en una sala de audiovisuales, pero en el propio pabellón recomiendan hacerlo directamente en casa desde YouTube, imagino que para evitar aglomeraciones y por comodidad, de modo que aquí lo tenéis. Está dividido en cuatro partes (subo la primera, desde la que se puede acceder fácilmente a las 3 restantes).


Por último, una curiosidad para jugones: Downfall of Pompeii es un juego de tablero en el que podemos reproducir —con su montaña del Vesubio incluida— los últimos días de Pompeya, pero con la tranquilidad de estar sentados en torno a la mesa con nuestros amigos o familiares, y no allí afortunadamente. No hay edición en español por ahora, así que de momento sólo se puede adquirir de importación, pero le he echado un vistazo en boardgamegeek y parece procurar buenos ratos de entretenimiento y sana tensión.


Antes de abandonar las instalaciones del recinto, no quise dejarme la consabida breve visita a la tienda y traerme un pequeño libro sobre mitología grecorromana (¡otro más..!) para engrosar mi colección de manuales acerca de esta fascinante temática. Como siempre, os invito a ver esta recomendable exposición, que aunque no sea una muestra exhaustiva sobre la materia, sí que resulta tan apasionante como conmovedora e inquietante por la parte que toca a una tragedia  tan conocida de la Antigüedad.

6 comentarios:

Beldz dijo...

¡Qué interesante esta exposición! A mí también me encantaría visitar Pompeya. Debe ser fascinante.

Muchas gracias por la crónica de la visita, Jolan :)

Jolan dijo...

Hola Beldz. Recorrer en persona un yacimiento siempre es una experiencia fantástica. Por suerte, hasta ahora he conocido unos cuantos (Éfeso, los palacios minoicos de Creta, o varias de nuestras propias excavaciones, como las dos que cito en esta entrada). Espero algún día poder conocer también Pompeya, pero entretanto estas exposiciones nos aproximan de una forma amena a lo que sería una visita en el lugar.

Saludos!

Beldz dijo...

Te doy toda la razón, es una experiencia increíble, y eso que sólo vemos ruinas. En Ampurias he estado 3 o 4 veces y no me cansaría nunca de ir.

Jolan dijo...

Mucha gente que visita ruinas dice a menudo no ver más que un montón de piedras, pero la verdad es que a mí un conjunto en ruinas siempre me resulta enormemente evocador de la época a la que pertenecen. :)

Ampurias me gustó mucho. Y encima es un yacimiento del que aún queda una gran parte por sacar al descubierto!

Raistlin dijo...

Quiero ir a ver esta exposición, me sonaba francamente interesante cuando me enteré que iba a estar en Madrid. Me alegra saber que te ha gustado, Jolan.

A ver si puedo acercarme este finde o el que viene...

Por cierto, os envidio a los dos, no he estado en ninguno de los yacimientos que mencionáis. Pero todo es ponerse :)

Jolan dijo...

Raistlin, pues te la recomiendo decididamente. No esperes algo muy profundo y académico, pero es una exposición amena y que puedes recorrer en detalle sin abrumarte por dejarte cosas por ver.

Lo de entrar en yacimientos, efectivamente, es cosa de ponerse. Yo trato de elegir destinos vacacionales donde, además de playita o descanso, pueda visitar cosas así. :)

Saludos.

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