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domingo, 21 de abril de 2013

Thorgal (XXIV): Aracnea

Rosinski – Van Hamme (1999)
Norma Editorial. Colección Pandora nº 82
Edición original: Arachnéa

Atención: este artículo puede revelar detalles sobre el argumento.

Cerrado el ciclo de Shaigan con el álbum anterior, que supuso la guinda para uno de los momentos cumbre de la colección, ya anuncié que a partir de ahora se inician una serie de episodios que constituyen un relativo impasse a la cronología de Thorgal. Acostumbrados a otras grandes historietas del héroe criado entre los vikingos que trascendían el ámbito de mera aventura, choca un poco que éste número y varios que lo suceden no pasen de ser andanzas algo huecas, aunque muy entretenidas, que no aportan nada especial al conjunto. Aracnea marca claramente el inicio de esa tendencia.

La isla que habitaban Thorgal y los suyos, testigo mudo de tantas vivencias y acontecimientos importantes en su historia, ya no es un lugar seguro. Demasiada gente indeseable conoce su enclave sobre el mar —empezando por la pertinaz Kriss de Valnor, cuya sombra aún se cierne sobre el destino de la familia— así que ha llegado la hora de partir hacia otras latitudes donde establecerse, como vimos al finalizar la entrega previa.


Puesto que las tierras de los vikingos no se presentan como una opción demasiado válida ni tentadora, parece que nuestro clan heroico (integrado ahora además por los risueños hermanos Darek y Lehla) comienza un viaje que les encamina hacia el desconocido sur, de ambientes más cálidos. Nuevas costas, pero no exentas de los temporales en alta mar... cuando una tormenta que zarandea sus embarcaciones hace que el grupo quede separado en dos, yendo Thorgal y la pequeña Loba a encallar sobre una playa desierta ante la que se alza un brumoso y enigmático acantilado.

Es entre estas nieblas e inaccesibles barrancos, hermética al resto del mundo por obra de una maldición ancestral, donde una insegura comunidad dominada por una teocracia monoteísta rinde culto a una cruel diosa arácnida que mora en las entrañas de la tierra (el tomo se abre con un joven huyendo de un sacrificio ritual que es bastante elocuente en este sentido). Al naufragar en la isla, padre e hija se verán envueltos, cada uno a su manera, en los infortunados sucesos que afectan a estas gentes bajo la amenaza de la gigantesca reina araña y del sumo sacerdote Dracon. Para rescatar a Loba del cubil subterráneo de Aracnea y reemprender cuanto antes su camino, Thorgal se aprestará a correr el riesgo de adentrarse en el misterioso reino inferior en busca de la niña.


Curiosa aventura, con fuertes pinceladas de mito clásico, donde los autores desarrollan una doble historia padre-hija: la de Thorgal y Loba por un lado, la del rey-sacerdote y la mujer araña por el otro. La simbología es palpable en gran parte de su trama, con el ser monstruoso que encarna los remordimientos a expiar eternamente y la pureza de la infancia capaz de romper el terrible maleficio que condena a varias generaciones de la isla. Un poco traído de los pelos el desenlace, es verdad, pero por el lado del dibujo el resultado es magistral como siempre, y el color de Graza no hace sino realzar el contexto opresivo y malsano que envuelve el recorrido de Thorgal hacia las profundidades cavernosas.


En esta ocasión Rosinski imprime al tomo un aspecto de clara inspiración latina, que discurre al compás del aire de tragedia griega que Van Hamme inventa para dar cabida a la historia de Aracnea. Graficamente esta representación es innegable: no sólo por las viñetas que narran la llegada de sus primeros habitantes al lugar, sino también por múltiples insinuaciones estéticas (las vestimentas de los ciudadanos y la arquitectura de Aracnópolis, por ejemplo) o alusiones mitológicas de carácter clásico, como ese reino inferior tan similar al inframundo del Hades, cruzado por ríos de lava y que posee varias entradas pero ninguna salida del mismo. Todo esto nos hace pensar que la atmósfera elegida para la presente aventura bien pudiera asimilarse a una aislada colonia helénica como cualquier otra, a la que Thorgal hubiera ido a parar cual Ulises errante.


De hecho, el tono que presenta este álbum, desde el que momentáneamente se dejan un poco de lado las referencias escandinavas para aproximarse más a las creencias de la antiguedad tardía, instituye una nueva apariencia alrededor de la que girarán los siguientes números, enfocados durante una larga etapa hacia entornos mediterráneos, lejos de las pasadas precariedades del frío norte. No hay más que ver el asombro de Thorgal ante las bondades de esta nueva tierra: fértiles cultivos, un clima amable y su primer encuentro con algo tan simple como las vides o ciertos frutales. Tan destacada es esta renovada estampa visual, que aunque las próximas aventuras no tengan un hilo conductor común (sino que están formadas más bien por volúmenes independientes) se las ha agrupado en lo que informalmente se ha venido en llamar el ciclo bizantino.

Por lo demás, el tomo contiene reminiscencias que a estas alturas es difícil esquivar. Desde el ambiente paradisíaco exhibido en el País Qâ, donde igualmente se practicaban despiadados ceremoniales humanos y acaba teniendo lugar la redención de todo un pueblo, tal que aquí, a la trágica historia de amor separada por el tiempo que ya se relataba en El Señor de las Montañas. Otra idea siempre interesante es la del microcosmos de una sociedad que vive de espaldas al mundo exterior, pero que suele tener sus propios fantasmas, en esta ocasión encarnados en el enjambre arácnido y su monstruosa madre de ocho patas.


A pesar del profundo asco y fobia que personalmente me provocan las arañas (tanto como llevarme por delante el producto de su pegajosa labor tejedora), la trama desarrollada se lee con agrado, aunque éste no se trate de uno de los mejores episodios de Thorgal, que termina reuniendo a la familia antes de que decidan hacia dónde poner rumbo de nuevo, como imaginaréis. Cabe destacar que Aracnea estuvo, en el momento de su publicación, cinco semanas como número 1 en las librerías, siendo el cómic con mejores ventas durante el primer semestre de 1999 en Francia. Una clara muestra de que, ya por esa época, la serie gozaba de una popularidad fuera de toda duda.

En esta historieta hemos visto cómo el personaje de Loba se pone en relieve, siendo uno de los capítulos donde adquiere un mayor protagonismo dentro de la serie matriz. Pretexto que me sirve para anunciar que el tercer álbum del spin-off sobre la hija pequeña de Thorgal se encuentra a la venta desde hace unos días (en el país vecino, naturalmente) bajo el nombre de El reino del caos. De los mismos autores, Surzhenko (dibujo) y Yann (guión) que —gustemos o no de todas estas nuevas sagas— hay que reconocer que están realizando un trabajo estupendo, también acaba de aparecer Las tres hermanas Minkelsönn, primer tomo de La juventud de Thorgal. Os muestro sus respectivas portadas a continuación, para que no os perdáis con tanta novedad thorgaliana. Sí, tengo que admitir que todo esto empieza a parecerme un poco excesivo y que el ritmo de producción de estas series paralelas (de las que en España sólo se ha apostado de momento por la de Kriss) va demasiado rápido. Pero, sin dejar de lado estas primicias, por aquí seguiremos centrados sobre todo en la obra principal.

2 comentarios:

Fernando Lafuente dijo...

Thorgal... Yo no he sido nunca mucho de comics, pero recuerdo haber leído algo de este héroe hace muchos años (si es que es el mismo Thorgal). Y me gustó.

Jolan dijo...

Seguro que era el mismo, Fernando. Es mi serie de cómic preferida, así que cualquier cosa que te pueda decir para animarte a retomar su lectura parecerá poco objetiva, jeje!

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